La Octava de la VIRGEN de ORETO y ZUQUECA (Granátula de Calatrava)

Álvaro de Lara, Jorge Cerro y Juan Angel Gómez Rodrigo

"Venimos todos los primeros domingos de mes. Es una promesa que le hice a nuestra Virgen cuando ésta se me puso tan malita que hasta le dieron la extremaunción. Yo ya había parido tres varones, y el Señor, a la cuarta, me dio una niña. Una muñequilla hermosa y rolliza, tendría que haber visto qué piernas, qué mofletes, qué cotanas…, era un gusto, y más buena que un ángel. No como los tres zascandiles de sus hermanos que todos los días me mataban si no una gallina, un gato, y si no había animal que matar, me mataban poco a poco a mi. Pero ésta era mi descanso. Me decía para mis adentros: “Que alegría más grande, ya tienes lo que querías Andrea: Tu niña, y tan sanota y simpaticota…, qué suerte, cuando seas vieja y tengas las piernas de alambre, ella cuidará de ti, si no te quitan la vida antes esos tres zánganos”. Pero mire usted, fue empezar a andar y ponérseme mala. Empezó un día con una miaja de fiebre, y de ahí en adelante, de mal en peor. La vida se me iba detrás de la suya, hija de mis entrañas, que se me moría sin remedio, y cuando vino el párroco con los óleos, yo pensé en arrancárselos de las manos y echarlo a puntapiés de casa, Dios me perdone. Pero me salí corriendo de allí y me vine hasta la ermita. Cuatro kilómetros me hice como si fuera viento, y al llegar me tiré al suelo, ahí mismo, delante de Nuestra Señora de Oreto, y le pedí por mi hija, le rogué por la niña de mi corazón y le hice la promesa de venir a verla el primer domingo de mes, de todos los meses que me quedaran de vida. Y, ¡ea!, ya ve usted, aquí estamos, ésta y yo, cumpliendo. Porque ésta Virgen es muy milagrosa, no hay más que ver los exvotos, las paredes llenas; y muy antigua, que hay por ahí tumbas que dicen que son de Iberia o algo parecido."